Al ver todo lo que he vivido, todo lo que he pasado, todos mis errores, todas mis fallas, todas las veces que he descuidado mi relación con Dios, todas las veces que mi corazón se ha endurecido, todas las veces que he permitido que el fuego se apague, todas las veces que hepermitido que mi pasión se fugue en otras cosas.
Al ver todas las veces que el Espíritu Santo me ha regresado a mis rodillas a buscar al Señor con todo mi corazón, todas las veces que Él me ha fortalecido, todas las veces que me ha encendido en su fuego, todas las veces que me ha llevado como un niño a buscar al Padre en llanto, en debilidad y en quebrantamiento para restaurarme levantarme y animarme.
Al ver todas las veces que su perdón y su gracia me han liberado. Al ver todas las veces que Jesús me ha guardado de extraviarme y apartarme del camino, todas las veces que me ha levantado cuando he caído, todas las veces que me ha revelado el amor del Padre en su persona, todas las veces que me ha cautivado y seducido con su grandeza y hermosura para permanecer firme en Él.
Puedo ver que en mi debilidad e incapacidad, su misericordia y su fidelidad me han sotenido.
¿Para qué?
Para un día, un día en el que estemos Él y yo por toda la eternidad concediendome el adorárle, contemplarle y exaltarle eternamente, y al entender todo esto, solo puedo comprender a profundidad una frase que dicen muy seguido “¡Dios me ama!”.
Deja una respuesta