Suena muy pretencioso el título de esta entrada, y es muy probable que al leerlo, hayas pensado en la realidad de la interminable competencia que existe entre nosotros los seres humanos, en la que «ser el mejor» es la meta a alcanzar. Ésta es una competencia que existe en todos los contextos, en diversos grupos o comunidades. Puede ser en un contexto muy general como un salón de clases en la escuela, hasta en un contexto muy íntimo como la familia.
En esta entrada, quiero compartirte algo que está basado en los versículos:
Marcos 12:28-34.
En lo que éstos versículos se narra, es la historia de un líder religioso que le hizo una pregunta a Jesús acerca de la prioridad dentro de los mandamientos de Dios. Lo asombroso de esto es que previamente el Señor Jesús había estado debatiendo con diferentes grupos de gente, que de una manera muy hostil, trataban de meter en apuros al Señor con debates religiosos y políticos.
Dichos grupos primero intentaron tender una trampa para que Jesús se viera en serios problemas abordando temas legales y financieros en torno al pago de los impuestos, aunque al final, la respuesta de Jesús los dejó en vergüenza.
Después de esta discusión, otro grupo comenzó a debatir con el Jesús acerca de la resurrección, que por cierto, la Biblia aclara que este grupo no creía en la resurrección. De la misma manera, al final de esta discusión, Jesús dejó en derrota a aquellos que trataban de acusarlo.
Y es entonces que llegamos a la historia central de esta entrada, un tercer hombre, que pertenecía a un grupo religioso, abordó a Jesús con una actitud correcta y de la misma manera, le hizo una pregunta correcta. La respuesta que Jesús le dio, resultó ser una enseñanza que él conocía de antemano. Si seguimos los versículos, nos daremos cuenta que la Biblia se encarga de dejarnos ver que éste hombre tenía un entendimiento correcto de la Palabra de Jesús y a la vez de la Persona de Jesús:
1. Éste hombre, reconocía que la palabra de Jesús era la verdad:
«Marcos 12:28 Uno de los maestros de la ley religiosa estaba allí escuchando el debate. Se dio cuenta de que Jesús había contestado bien, entonces le preguntó:»
2. Éste hombre reconocía a Jesús como maestro:
«Marcos 12:32 El maestro de la ley religiosa respondió: «Bien dicho, Maestro. Has hablado la verdad al decir que hay solo un Dios y ningún otro. »
3. Éste hombre tenía entendimiento de la palabra de Cristo:
«Marcos 12:34 Al ver cuánto entendía el hombre, Jesús le dijo…»
Tratando de imaginarnos y de ubicarnos en el momento en el que todo esto está sucediendo, pudiéramos pensar que éste hombre había sido mejor que todos los grupos y personas que anteriormente se acercaron a Jesús. Él no se había acercado a Jesús con una mala intención, no había discutido acerca de temas realmente no importantes y había acertado en que la respuesta de Jesús era un tema que él ya conocía.
Puedo imaginar que en el momento de su participación, este hombre pudo haber sido visto por los demás como el «ganador» de los participantes que se habían aventurado a tener una discusión con Jesús.
Así que al leer los versículos iniciales y entender el contexto en el que se ubican, quisiera hacerte una pregunta, ¿quién crees que obtuvo la salvación?
A) Las personas que se acercaron a Jesús con una mala intención, que hablaron de temas equivocados con el Señor y que no comprendían las Escrituras.
B) El hombre que se acercó con una actitud de apreciación por las Escrituras, que habló del tema correcto y que comprendía las Escrituras.
Es muy probable que nuestra respuesta (me incluyo), sea la B.
Pero esta respuesta revela algo muy grande y es lo que quiero que veamos, éste es el propósito de esta entrada.
Desde nuestra infancia estamos compitiendo con los demás seres humanos, en el área que sea, medimos el desempeño de otros y después el nuestro, motivados para tratar de ser mejores que otros.
Los alumnos compiten para ser el mejor de la clase; los hijos compiten para ser el mejor de la casa; las familias compiten para ser la «mejor» ante la sociedad; el padre/madre trata de ser el «padre/madre ejemplar»; el trabajador se esfuerza para ser el más reconocido; los «populares» usan sus redes sociales para ser los más «seguidos» en la red; y también, en el contexto de la Iglesia sucede algunas veces.
En ocasiones, hay creyentes compitiendo agresivamente por ser el mejor «cristiano», con la mejor «doctrina», con la mejor «Iglesia» y con la mejor «relación con Dios». He visto a muchos que están tratando de ser el mejor cristiano, algo que es bueno cuando nace de una expresión de amor y devoción como hemos leído en los versículos iniciales: «Amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo», pero no cuando nace de tratar de ser «mejor» que los demás.
Lo impresionante y lo más importante de lo que he escrito hasta ahora, es la respuesta que Jesús le da al hombre del que estamos hablando, del que hemos dicho que creemos que ha obtenido la salvación.
La respuesta:
«Marcos 12:34 Al ver cuánto entendía el hombre, Jesús le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y, a partir de entonces, nadie se atrevió a hacerle más preguntas.»
¿No estás lejos?
Debemos notar que la respuesta de Jesús nos enseña que a pesar de haber sido el mejor entre los grupos que se habían acercado, esto no era suficiente para introducirlo al reino de los cielos. ¿Por qué? Porque nadie puede entrar al reino de los cielos por tener apreciación por la Biblia, ni por tener conocimiento correcto, ni por ser mejor que los demás.
Si contestaste la letra B en la pregunta anterior debemos considerar lo siguiente:
La salvación no se obtiene por tener mejor desempeño (aún cristiano), que los demás, no es por que tengas menos pecados que los demás, no es que no hayas matado a alguien como los demás, ni por tener mayor conocimiento que los demás, de hecho no tiene mucho que ver con que nos comparemos con los demás, tiene que ver con nosotros, solo con nosotros, y en esta evaluación debemos cuestionarnos si es que realmente estamos dentro del reino de los cielos, o fuera del reino.
Alguien que no está lejos del reino de Dios, puede apreciar la palabra de Dios, puede hablar de los temas correctos acerca de Dios, y puede estar en el lugar correcto, en la casa de Dios, pero alguien dentro, no solo aprecia, habla y se acerca, sino que en su condición interior, no confía en su buen desempeño para la salvación de su alma, sino que reconoce que por más «bueno» que sea, necesita del perdón, la gracia y el sacrificio de Cristo para la redención de su alma. Es alguien que reconoce que sus obras no son suficientes aunque sean «mejores» que la de los demás, es alguien que se arrepiente no solo de sus malas acciones sino aún de sus buenas acciones en las cuales se apoya para «merecer» su salvación, reconoce que solo en Jesucristo hay salvación, y que esto solo es por fe y por gracia
Así que, mi amigo, si crees que eres mejor que los demás, eso no te garantiza entrar al cielo, lo único que puede darte la salvación, es depositar tu fe en Jesucristo, en su obra y en su amor.
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