Cada vez que tenemos la oportunidad de contarle a alguien acerca de la plantación de Central, uno de los temas que siempre resaltan es el hecho de que esta plantación sucedió justo en medio del tiempo de una pandemia.
La plantación de Central fue una semilla que Dios había sembrado más de una década atrás en nuestros corazones. Tanto mi esposa como yo habíamos abrazado la idea de este llamado, y nuestra manera de responder a ello fue siendo muy intencionales en prepararnos, en aprender y en invertir en esta visión futura.
Hace dos años, ya era un tiempo en el que por la gracia de Dios habíamos logrado desarrollar la visión de Central, junto con la cultura que haría realidad aquello a lo que sabemos que Dios nos ha llamado a hacer. Por decirlo de otra manera, ya teníamos «todo», excepto que dentro de los planes y la estrategia, no habíamos considerado una pandemia global.
Parecía que todo se había alineado perfectamente al plan, tanto los procesos como los tiempos, pero había un asunto impreviso.
Esto fue un tema constante en nuestras conversaciones ya que las preguntas que naturalmente surgían eran «¿será un buen momento para plantar?, ¿será prudente escoger un tiempo como este?, ¿qué hacemos con tanta inestabilidad?, ¿y si esperamos a un mejor panorama para dar inicio a la iglesia?».
Todas estas preguntas daban vueltas en nuestra mente y corazón. Y en un sentido práctico, podíamos concluir que estratégicamente hablando, ese no era un buen tiempo para plantar. Sin embargo, ese tiempo a la vez, fue un momento perfecto para recordar y re-plantearnos la razón de existir de la iglesia.
«¿Para qué y para quién es la iglesia?»
Al responder esta pregunta fue que encontramos la determinación y el entendimiento de saber que la iglesia existía justo para un momento como aquel.
Aunque en un sentido pragmático y estratégico el clima de las circunstancias no era el más «funcional», en realidad la iglesia existe para un tiempo como tal, un tiempo de caos, un tiempo de incertidumbre, un tiempo de desesperanza, un tiempo de dolor.
Entendimos que el mundo entero estaba buscando consuelo, estaba buscando esperanza, estaba buscando estabilidad, y estaba buscando un alivio a tanto dolor, cosas que cada ser humano puede encontrar en la persona y en la obra de Jesucristo.
Realmente pensar que para tener una mejor estrategia o planeación debíamos esperar un tiempo más «tranquilo» o más «estable» realmente es absurdo.
La iglesia es la portadora del mensaje de esperanza. La iglesia existe para proclamar a todo el mundo el mensaje en el que podemos encontrar sentido a la vida, el mensaje en el que podemos encontrar consuelo ante el dolor y una verdad que sin importar las circunstancias es inconmovible.
Vimos de primera mano la necesidad, escuchábamos a las personas sufriendo, veíamos a tantos pidiendo oración y la intervención de Dios en su situación y justo esto fue lo que nos impulsó a saber que era el tiempo para plantar, ya que como iglesia global existimos para ser luz en medio de tinieblas.
Por supuesto fue un gran reto plantar en un momento tan inestable, pero aunque no pudimos llevar a cabo el «plan estratégico» como lo habíamos pensado, pudimos servir al necesitado, orar por el desesperanzado, y ser un brazo de apoyo para aquellos que más lo necesitaban que en sí, es el verdadero llamado de la iglesia.
Estamos tan agradecidos con Dios por la oportunidad que nos ha dado de poder estar ahí para algunos, y por permitirnos ver milagros en medio de un tiempo tan complicado para todo el mundo.
Esta es una enseñanza que definitivamente ha producido una fuerte convicción en nosotros de que la iglesia existe para este tiempo, para este momento y que sin importar las circunstancias en las que nos encontremos nunca es un mal tiempo para cumplir nuestro llamado de ser los portadores de las buenas noticias a un mundo en tanta necesidad.
2 Timoteo 4:2 Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar. NVI
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